Romanos 12:2
2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Renueva tu mente, transforma tu vida
El apóstol Pablo nos entrega en este versículo una instrucción clara, directa y poderosa para todo creyente que desea vivir una vida consagrada: no conformarse a este siglo, sino ser transformado por medio de la renovación del entendimiento.
En un mundo que impone moldes, ideas, valores y sistemas contrarios al Reino de Dios, la presión por adaptarse es constante. Es fácil ceder, normalizar lo que no es normal en el cielo y abrazar una forma de vida que no refleja la voluntad de Dios. Por eso Pablo dice: «No se conformen». En otras palabras: no adopten la forma de este mundo, no piensen ni vivan como el sistema quiere que lo hagan.
Pero el mandato no se queda ahí. No se trata solo de resistir la forma del mundo, sino de ser transformados. Y esta transformación, según el texto, ocurre por medio de la renovación de nuestra mente. No se trata de un cambio superficial o emocional, sino de un cambio profundo, duradero, que empieza en el corazón y afecta nuestra manera de pensar, decidir, hablar y vivir.
Dios no quiere una mente religiosa, sino renovada. Una mente alineada con su Palabra, guiada por el Espíritu Santo, que pueda discernir lo bueno, lo agradable y lo perfecto en medio de tanta confusión.
Durante este tiempo de ayuno, este versículo nos llama a revisar con qué estamos alimentando nuestra mente: ¿Qué pensamientos dominan nuestros días? ¿Qué cultura estamos aceptando sin darnos cuenta? ¿Qué forma nos está dando el mundo? Y lo más importante: ¿estamos permitiendo que la Palabra nos moldee desde adentro?
La transformación espiritual real ocurre cuando decidimos renovar nuestra mente cada día. No se trata de un evento aislado, sino de un proceso constante de rendición, estudio de la Palabra, obediencia y comunión con Dios.
Hoy es un buen día para dejar que el Espíritu Santo renueve nuestra manera de pensar. Cuando eso ocurre, nuestra vida se alinea con la voluntad de Dios y podemos comprobar, por experiencia propia, que su voluntad es buena, agradable y perfecta.
Padre, gracias por tu Palabra que me confronta y me guía. Hoy reconozco que muchas veces he permitido que el mundo moldee mis pensamientos. Perdóname por conformarme a lo que no viene de Ti. Renueva mi mente, Señor. Ayúdame a pensar como Tú piensas, a amar lo que Tú amas y a rechazar lo que Tú rechazas. Quiero vivir una vida transformada por tu verdad, para experimentar tu voluntad perfecta en cada área de mi vida. En el nombre de Jesús, amén.
