Mateo 6:6
6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
La recompensa del secreto
El ayuno no se trata solo de dejar de comer. Se trata de entrar al lugar secreto, ese espacio donde el alma se rinde sin máscaras, sin ruidos, sin aprobación externa. En Mateo 6, Jesús nos recuerda que hay una recompensa especial para quienes buscan al Padre en lo oculto, donde nadie ve… excepto Él.
En una cultura que constantemente busca ser vista y validada, Jesús nos llama a lo contrario: a cerrar la puerta y hablar con el Padre en secreto. Porque en ese lugar íntimo ocurre lo más profundo: Dios revela, limpia, transforma, y alinea nuestro corazón con el suyo.
Durante este tiempo de ayuno, quizás estás reduciendo actividades, sacrificando alimentos o redes, pero la pregunta más importante es: ¿estás entrando al lugar secreto? Porque ese es el corazón del ayuno. No el sacrificio externo, sino el encuentro privado.
Dios está más interesado en lo que ocurre entre tú y Él en lo secreto, que en lo que puedas mostrar públicamente. La fuerza espiritual no se forja en la exposición, sino en la intimidad. Y la recompensa que Él promete no es necesariamente material; es paz, dirección, gozo, madurez, autoridad y victoria… todo eso comienza en lo invisible.
Hoy el Padre te llama a cerrar la puerta del ruido, de la prisa, del “hacer por hacer”, y simplemente estar con Él. Porque la verdadera recompensa no es lo que Él puede darte… sino Él mismo.
Padre amado, hoy quiero responder a tu invitación al lugar secreto. En medio de este ayuno, enséñame a buscarte por quien eres, no por lo que puedes darme. Cierro la puerta al ruido y me acerco a Ti en humildad, en sencillez, con el deseo de conocerte más. Háblame, forma mi carácter, y revela tu voluntad. Que mi fuerza no venga de lo visible, sino de lo que tú haces en lo oculto. En el nombre de Jesús, amén.
