Juan 6:35
35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
El Pan que da Vida
Cuando Jesús se presentó como el Pan de Vida, estaba hablando de algo más que de alimento físico. Él sabía que nuestro cuerpo necesita pan, pero nuestra alma necesita algo mucho más profundo: necesita a Dios. Ninguna riqueza, logro, relación o placer puede llenar ese vacío que solo Cristo puede ocupar.
La realidad es que, muchas veces, intentamos saciar nuestra hambre espiritual con cosas temporales: reconocimiento, éxito, entretenimiento, incluso personas. Y aunque por un momento parece suficiente, al poco tiempo vuelve el vacío. Pero cuando acudimos a Jesús, encontramos plenitud que permanece, paz que no depende de circunstancias y gozo que no se desvanece.
Él no solo quiere darte un poco de pan, quiere ser tu pan de cada día. En su presencia hay alimento que fortalece, esperanza que renueva y amor que nunca se acaba. Si te acercas a Él con fe, no tendrás que seguir buscando en otros lugares lo que solo Él puede darte.
Haz de Cristo tu alimento constante. No busques saciar tu corazón en lo que perece; ven cada día a la mesa de Jesús, porque en Él está la plenitud que tu alma anhela.
Señor Jesús, hoy reconozco que muchas veces he buscado saciar mi corazón en cosas pasajeras. Perdóname por no acudir primero a Ti. Hoy vengo a Tus pies y declaro que Tú eres mi Pan de Vida. Dame hambre y sed de Tu presencia, enséñame a depender de Ti y a encontrar en Tu Palabra el alimento que me sostiene. Gracias porque en Ti nunca más tendré sed, porque Tú eres suficiente. Amén.
