Colosenses 3:13
13 Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
En toda familia surgen conflictos, heridas, palabras que duelen y actitudes que lastiman. El apóstol Pablo nos recuerda que la clave para mantener la unidad no es la perfección de cada miembro, sino la práctica constante del perdón. Así como Cristo nos perdonó sin condiciones, estamos llamados a extender ese mismo perdón en casa.
Guardar resentimiento en la familia levanta muros, mientras que el perdón derriba barreras y permite que el amor fluya nuevamente. No se trata de ignorar el dolor, sino de ponerlo delante de Dios y decidir soltarlo, recordando que también hemos sido perdonados. El perdón libera tanto al que lo da como al que lo recibe.
El ayuno es un momento propicio para examinar nuestro corazón y pedir a Dios que saque cualquier raíz de amargura. En este tiempo, podemos interceder por nuestra familia, pidiendo que el Señor nos dé un espíritu humilde para reconocer errores y un corazón generoso para perdonar. Allí donde hay perdón, hay restauración y nueva vida.
Pregúntate: ¿A quién necesito perdonar dentro de mi familia? ¿He estado guardando resentimiento?
Decide: Hoy daré el primer paso hacia la reconciliación, sea con una palabra, una oración o un gesto de amor.
Ora: Que Cristo me recuerde cuán grande ha sido Su perdón para conmigo, para que pueda extenderlo a los míos.
Señor amado, gracias por perdonarme una y otra vez. Hoy reconozco que en mi familia necesitamos más de Tu gracia. Ayúdame a soltar el rencor, a pedir perdón cuando fallo y a perdonar cuando soy herido. Que mi hogar sea un reflejo de Tu amor sanador, donde el perdón no sea la excepción sino el estilo de vida. Haznos una familia unida en Tu gracia, en el nombre de Jesús, amén.
